sábado, mayo 28, 2005

 

La fe y las montañas - Augusto Monterroso

Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.

 

Historia de Cecilia - Cicerón

He oído a Lucio Flaco, sumo sacerdote de Marte, referir la historia siguiente: Cecilia, hija de Metelo, quería casar a la hija de su hermana y, según la antigua costumbre, fue a una capilla para recibir un presagio. La doncella estaba de pie y Cecilia sentada y pasó un largo rato sin que se oyera una sola palabra. La sobrina se cansó y le dijo a Cecilia:
- Déjame sentarme un momento.
- Claro que sí, querida -dijo Cecilia-; te dejo mi lugar.
Estas palabras eran el presagio, porque Cecilia murió en breve y la sobrina se casó con el viudo.
Cicerón - De divinatione, I, 45
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares (recopiladores) .- Cuentos breves y extraordinarios

 

La manzana - María Laura Orfila

Juan levantó la manzana del piso, la lustró contra el pulóver de dudosa higiene y se la acercó a la boca, decidido a darle un mordisco. Entonces se le ocurrió... le podía pasar lo mismo que a la heroína del relato que acababa de leer.
Le dirigió una mirada de desconfianza al libro tirado descuidadamente sobre la hierba: "Blancanieves y los siete enanos". Sin embargo, recordó a su madre:
-"No te preocupes; es tan solo un cuento, Juan".
Se lo repitió a sí mismo y, olvidado ya de sus temores, mordió la fruta.
Al volver en sí, Juan quiso incorporarse pero su cabeza chocó contra una superficie dura. Levantó la vista y lo que vio le demostró que el libro no mentía... siete enanos lo miraban desde fuera de una tapa de cristal pero sus miradas no expresaban ninguna alegría, sino furia, rencor..
¡Este descubrimiento lo horrorizó! Quiso gritar pero ningún sonido surgió de su garganta
Mientras, los enanos iban levantando la tapa lentamente, muy lentamente... pero con seguridad, la seguridad de unas bestias famélicas mientras unos ojos crueles y deformes se apretaban contra el cristal...

María Laura Orfila - Veinte jóvenes cuentistas argentinos. Buenos Aires, Colihue, 1987.

 

Se quiso quedar - Ana María Shua

Todos los patitos se fueron a bañar y el más chiquitito se quiso quedar. El sabía porqué: el compuesto químico que había arrojado horas antes en el agua del estanque dio el resultado previsto. Mamá Pata no volvió a pegarle: a un hijo repentinamente único se lo trata – como es natural-, con ciertos miramientos

Ana María Shua, La sueñera, Minotauro1, 1983

 

Los ojos culpables- Ah'med Ech Chiruani

Cuentan que un hombre compró una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió: "Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios." Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo: "¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor." Ella le respondió: "No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios." A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decia: "La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado." Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.

 

Odín - Jorge Luis Borges y Delia Ingenieros

Se refiere que a la corte de Olaf Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre viejo envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El rey le preguntó si sabía hacer algo; el forastero contestó que sabía tocar el harpa y contar cuentos. Tocó en el harpa aires antiguos, habló de Gudrun y de Gunnar y, finalmente, refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades y que la tercera dijo, colérica: "El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado.Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera. Olaf Tryggvason descreyó de la historia; el forastero repitió que era cierto, sacó la vela y la encendió. Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que tenía que irse. Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto.

 

El gesto de la muerte - Jean Cocteau

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálveme! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presat sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿porqué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza- le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

 

Lenin y Blancanieves- Ana María Shua

Lenin y Blanca Nieves en sus respectivas cajas de cristal, y esa larga fila de príncipes azules, de turistas, que no alcanza sin embargo a llenar la pavorosa ausencia de enanitos.

Ana María Shua – Animales y minerales, El Péndulo, Libro 1, 1990.

 

Tranvía - Andrea Bocconi

Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. “Amplia sonrisa, caderas anchas...una madre excelente para mis hijos”, pensó. La saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna.
Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera le conocía.
Dudó. Ella bajó.
Se sintió divorciado:”¿Y los niños, con quién van a quedarse?”

Andrea Bocconi - Relatos de un minuto.

 

Equivocación - Karel Capek

Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican dónde es arriba y dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán, un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar la emprendió por el cielo; y como se sabe que el cielo es infinito no ha regresado aún y nadie sabe dónde está.

 

El pastor mentiroso - Dalmiro Sáenz

En realidad la versión oficial es la correcta. El pastor solía alarmar a los vecinos gritando que venía un lobo para matarse después de risa diciendo:
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡No hay ningún lobo! Era una broma.
Un día no fue broma. Un lobo apareció y cuando el pastor dio la alarma los vecinos exclamaron:
-Qué va. Debe ser otra de sus chanzas- y nadie vino en su auxilio y el lobo se comió todas las ovejas.
Arrepentido, el pastor pidió perdón a Dios e ingresó en una iglesia evangélica llegando con los años a recibirse de Pastor. Pero su fama no lo abandonó. Los feligreses lo seguían llamando el Pastor mentiroso y bastó que dijera en su primer sermón desde el púlpito:
"Dios existe" para que todos salieran ateos de la iglesia.
Dios, desde el cielo, se dijo:
-Yo mío, ¿qué hago con este pelotudo? Uno de sus asesores sugirió: -Un diluvio tal vez.
Dios sonrió y dijo:
-Apenas me creen el otro.
-Algo parecido a Sodoma y Gomorra tal vez. Dios volvió a sonreír y dijo: -Habeas corpus.
Cualquier cosa decía Dios a veces. Por fin decidió mandar un Angel.
El Angel se presentó ante el Pastor y le dijo: -Vengo de parte de Dios.
El Pastor lo miró y le preguntó:
-Pero ¿Dios existe? ¿En serio existe? Porque en el pueblo andan diciendo que no existe.
-No sólo existe -contestó el Angel- sino que os manda a decir que vengáis al pueblo, casa por casa, y pregonéis la noticia de que Dios no existe.
El Pastor lo hizo. Golpeó cada puerta v dijo: -Dios no existe.
-¿Quién lo dijo?
-Dios -contestaba el muy pelotudo.
Entonces el Angel decidió dar a esos incrédulos una lección.
-Vamos juntos -dijo el Angel.
A la primera puerta que golpearon los atendió una mujer:
-¿Qué deseáis?
El Pastor dijo:
-Traje conmigo un ángel enviado por Dios.
La noticia corrió de boca en boca. El Pastor mentiroso había traído a un Demonio enviado por Lucifer, por lo tanto era evidente que Dios no existía, pero sí el Demonio.
La primeras misas negras se organizaron en la plaza del pueblo. Se erigió una estatua a Lucifer. Las santerías empezaron a vender barritas de azufre y estampitas con la efigie del Diablo.
En las escuelas se enseñaba que las virtudes eran malas y que los pecados eran buenos y entre estos pecados la mentira era el más preciado.
Al Pastor mentiroso se lo nombró Obispo y se construyó para él una basílica. La maldad generó el progreso. Para defender la guerra se inventó la paz, para incentivar el sexo se inventó la prohibición, Para que pudiera haber ladrones se inventó la propiedad privada, para que existiera la soberbia se inventó la humildad, para que persistiera el caos se instauró el orden, para que existieran los dictadores se inventó la democracia, para resaltar el odio se generó el amor, para preservar la injusticia se creó la justicia y para justificar al Demonio se inventó a Dios.
El Angel retornó al Cielo y se presentó al Creador.
-Misión cumplida -le dijo, y el Señor se regocijó con él.
Dalmiro Saenz – Cuentos para niños pornográficos (1994)

 

Aprended Geometría - Fredric Brown

Henry miró el reloj, a las dos de la mañana cerró el libro desesperado. Seguramente lo suspenderían al día siguiente.Cuanto más estudiaba geometría, menos la comprendía. Había fracasado ya dos veces. Con seguridad lo echarían de la Universidad.Sólo un milagro podía salvarlo. Se enderezó. ¿Un milagro? ¿Por qué no? Siempre se había interesado por la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones muy sencillas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había probado. Y aquel era el momento o nunca.Tomó de la estantería su mejor obra de magia negra. Era sencillo. Algunas fórmulas. Ponerse a cubierto en un pentágono. Llega el demonio, no puede hacernos nada y se obtiene lo que se desea.­ El triunfo es vuestro!Despejó el piso retirando los muebles contra las paredes. Luego dibujó en el suelo, con tiza, el pentágono protector. Por fin pronunció los encantamientos.El demonio era verdaderamente horrible, pero Henry se armó de coraje. - Siempre he sido un inútil en geometría - comenzó...­ ¡A quién se lo dices! - replicó el demonio, riendo burlonamente.Y cruzó, para devorarse a Henry, las líneas del hexágono que aquel idiota había dibujado en vez del pentágono.

 

Amor a la literatura - Luis Hervás Rodrigo

Desde pequeño siempre había tenido esa obsesión por los libros, una obsesión a la que sus padres contribuyeron de un modo decisivo, mostrándolo los beneficios que la literatura le podía proporcionar. Devoraba cualquier volumen que cayera en sus dominios, sin importar tema ó autor: geografía, Historia, ciencias, Poesía...todo lo asimilaba de una manera compulsiva, y entraba, sin remisión, a formar parte de su ser. Buscaba por las estanterías de la amplia biblioteca los ejemplares más voluminosos, con los cuales se entretenía por un periodo de tiempo relativamente largo, y cuando los terminaba, volvía, ansioso, a por otro. Desgraciadamente, la adquisición de un nuevo spray antipolillas acabó cierto día con su ilustrada vida, cuando aún no había acabado de engullir completamente, una interesante descripción del motor de combustión en la Enciclopedia Británica.

 

Siempre hay escusa para salir a beber - Jesús Alonso

Me compré una barra de bar porque quería dejar de salir a beber por ahí. Nada más montarla, me puse a un lado de la barra y pedí una cerveza. Fui al otro lado y pregunté: "Con alcohol o sin alcohol?" Me cambié otra vez de sitio y contesté: "Con alcohol, imbécil!" "Imbécil será usted!", me respondí. "A mí nadie me trata así", contesté, "me voy a otro bar". Al salir di un portazo. Allí quedó el otro con su mierda de negocio.

 

La más absoluta certeza - Ana María Shua

Pocas certezas es posible atesorar en este mundo. Por ejemplo, Marco Denevi duda con ingenio de la existencia de los chinos. Y sin embargo yo sé que en este momento usted, una persona a la que no puedo ver, a la que no conozco ni imagino, una persona cuya realidad (fuera de este pequeño acto que nos compete) me es completamente indiferente, cuya existencia habré olvidado apenas termine de escribir estas líneas, usted, ahora, con la más absoluta certeza, está leyendo.

 

Longevidad - Luis Chitarroni y Raúl Brasca

No son las parcas quienes cortan el hilo ni es la enfermedad ni la bala lo que mata. Morimos cuando, por puro azar, cumplimos el acto preciso que nos marcó la vida al nacer: derramamos tres lágrimas de nuestro ojo izquierdo mientras del derecho brotan cinco, todo en exactamente cuarenta segundos; o tomamos con el peine justo cien cabellos; o vemos brillar la hoja de acero dos segundos antes de que se hunda en nuestra carne. Pocos son los signados con posibilidades muy remotas. Matusalén murió después de parpadear ocho veces en perfecta sincronía con tres de sus nietos.

Luis Chitarroni y Raúl Brasca, Antología del cuento breve y oculto, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2001.

 

Todo tiempo futuro fue peor - Clara Obligado

Anoche se sobrepuso a las balas que lo acribillaron y huyó de la policía entre la multitud. Se escondió en la copa un árbol, se le rompió la rama y terminó ensartado en una verja de hierro. Se desprendió del hierro, se durmió en un basural y lo aprisionó una pala mecánica. La pala lo liberó, cayó sobre una cinta transportadora y lo aplastaron toneladas de basura. La cinta lo enfrentó a un horno, él no quiso entrar y empezó a retroceder.Dejó la cinta y pasó a la pala, dejó la pala y fue al basural, dejó el basural y se ensartó en la verja, dejó la verja y se escondió en el árbol, dejó el árbol y buscó a la policía. Anoche puso el pecho a las balas que lo acribillaron y se derrumbó como cualquiera cuando lo llenan de plomo: completamente muerto.
Clara Obligado, Por favor sea breve, antología, Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2001.

 

Telequinesia - Raúl Brasca

-Habrá que creer o reventar- le dijo el hombre que salía de la habitación cuando él entraba. El terminó de entrar. La mujer esperó que se sentara, cerró los ojos y, con voz cavernosa, llamó a la mesa provenzal que estaba en el primer piso. Moviendo ágilmente las patas, como un perfecto cuadrúpedo amaestrado, la mesa bajó por la escalera. -Esto es increíble- exclamó él. Y, antes de que pudiera explicarse mejor, reventó.

viernes, mayo 27, 2005

 

Cuento del Astrónomo y el ahorcado - Mario G. Roccatagliata

Apasionado estudioso de la mecánica celeste, Guido Gerónimo Cavalchini, teniente alcaide del castillo de Borlasca, leía con avidez la Astronomía Nova, recién publicada por Johannes Kepler, al mismo tiempo que oía y quizás, por momentos, hasta escuchaba, al condenado a muerte Franco D'Urbino.
Hasta tres peticiones toleraba la ley lombarda a quienes iban a ser ajusticiados, y Franco D'Urbino las estaba presentando.
-Señor -decía-, me sé flojo. Sé también que, en el cadalso, el miedo me impondrá conductas indignas. Pido, por eso, que mi sentencia no se cumpla mientras el sol ilumine la plaza de Borlasca y la inclemente claridad del día se complazca en difundir los desarreglos de mi cobardía.
-Concedido -respondió el teniente alcaide sin interrumpir la lectura de un párrafo.
-Señor -continuó el condenado-, las noches de Borlasca tienen una dulzura indecible que ha inspirado delicadas canciones a los poetas y serenas reflexiones a los pensadores. El exquisito Gianfancesco de Verona y Mateo Fortunato Roncagna, llamado el Sapiente, coinciden en alabarlas como obras perfectas del Creador. Y yo, que pronto deberé presentarme ante Él, quisiera no hacerlo mientras mi cuerpo, colgado de una soga, deshonra una de sus obras maestras. Pido, por eso, que mi sentencia no se cumpla mientras el terso manto de la noche cobije la paz de Borlasca.
-Concedido -respondió rápidamente Guido Gerónimo Cavalchini.
-Señor -prosiguió Franco D'Urbino-, el bondadoso rabí Moisés ben Maimón, que el mundo conoce como Maimónedes, enseñaba en Córdoba la Vieja que la vida humana sería imposible sin el piadoso olvido, tenaz limador de los pesares más duros. Pero tampoco sería posible la vida de los hombres sin el aliento de la perseverante esperanza. Fray Doménico Seraglia conjetura que los pecadores arrojados al infierno resisten los más atroces tormentos sólo porque en el fondo de sus corazones culpables anida la esperanza de que algún día serán redimidos por la clemencia infinita de Dios. Y bien: soy culpable y es justa mi muerte. ¿Pero no sería un ensañamiento cercano a la sevicia disponer que pierda la vida cuando la aurora promete la ventura de un nuevo día o cuando el lento ocaso anticipa el prodigioso bien del sueño? La ley debe ser justa, no cruel. Pido por eso que mi sentencia no se cumpla mientras el promisorio amanecer enlace la noche con el día ni cuando el lánguido crepúsculo enlace el día con la noche.
Guido Gerónimo Cavalchini miró por un instante al condenado, por tercera vez le dijo "Concedido", y tras ordenar con un gesto que se retirara, volvió a su lectura.
Franco D'Urbino fue ahorcado en la plaza de Borlasca tres días después, a las cuatro y veintiséis minutos de la tarde, durante el eclipse de sol del 5 de agosto de 1609.

 

Fin - Fredric Brown

El profesor Jones trabajó en la teoría del tiempo durante muchos años.
-Y he encontrado la ecuación clave – informó a su hija, un día – El tiempo es un campo. Esta máquina que he hecho puede manipular, incluso invertir, ese campo.
Oprimiendo un botón mientras hablaba, prosiguió: - Esto debe hacer correr el tiempo hacia hacia tiempo el correr hacer debe esto. Prosiguió hablaba mientras botón un oprimiendo.
- Campo ese, invertir, incluso e, manipular puede hecho he que máquina esta. Campo un es tiempo el.- Día un, hija su a informó. – Clave ecuación la encontrado he y-
Años muchos durante tiempo del teoría la en trabajó Jones profesor el.
Fin.

 

La uña - Max Aub

Pedro Pérez se vengó de Miguel y Lucía.
El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan rápido como le colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó la garganta de Lucía que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel traspasándola. Fue lo menos que pudo hacer el difunto: tambien es cuerno la uña.

 

Receta casera - Juan José Arreola

Haga correr dos rumores. El de que está perdiendo la vista y el de que tiene un espejo mágico en su casa. Las mujeres caerán como las moscas en la miel.
Espérelas detrás de la puerta y dígale a cada una que ella es la niña de sus ojos, cuidado de que no lo oigan las demás, hasta que les llegue su turno.
El espejo mágico puede improvisarse fácilmente profundizando en la tina de baño. Como todas son unas narcisas, se inclinarán irresistiblemente hacía el abismo doméstico.
Usted puede entonces ahogarlas a placer o salpimentarlas al gusto.

 

Temor de Cólera - Ah'Med el Qalyubi

En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me escupió en la cara y temi matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar a mis enemigos estando puro ante Dios.

 

Historia de dos que soñaron - Anónimo

Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y misericordioso y no duerme) hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió, menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño a un desconocido que le dijo:
-Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla.
A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por el decreto de Dios Todopoderoso una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Calro y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo comparecer y le dijo:
-¿Quién eres y cuál es tu patria?
El hombre declaró:
-Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Yacub El Magrebí.
El juez le preguntó:
-¿Qué te trajo a Persia?
El hombre optó por la verdad y le dijo:
-Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que la fortuna que me prometió ha de ser esta cárcel.
El juez echó a reír.
-Hombre desatinado -le dijo-, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín, un reloj de sol y después del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, has errado de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no vuelva a verte en Isfaján. Toma estas monedas y véte.
El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la higuera de su casa (que era la del sueño del juez) desenterró el tesoro. Así Dios le dio bendición y lo recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto.

Gustav Weil - Geschichte des Abbassidenchalifats in Aegypten (1860-62)

 

Lobo - Petronio

Logré que uno de mis compañeros de hostería -un soldado más valiente que Plutón- me acompañara. Al primer canto del gallo emprendimos la marcha- brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para; empieza a conjurar astros- yo me siento y me pongo a contar las columnas y a canturrear. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y dejar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las carnes; me quedé como muerto: Lo vi orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo.
Lobo, rompió a dar aullidos y huyó al bosque.
Fui a recoger su ropa y vi que se había transformado en piedra.
Desenvainé la espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme llegar a tales horas. "Si hubieras llegado un poco antes", me dijo, "hubieras podido ayudarnos: Un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas; fue una verdadera carnicería; logró escapar, pero uno de los esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza."
Al día siguiente volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada había una mancha de sangre.
Entré en la hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. sangraba como un buey; un médico estaba curándole el cuello.

Petronio - Satiricón, cap. LXII (siglo 1)

 

Historia de zorros - Nu Chiao

Wang vio dos zorros parados en las patas traseras y apoyados contra un árbol . Uno de ellos tenía una hoja de papel en la mano y se reían como compartiendo una broma.
Trató de espantarlos, pero se mantuvieron firmes y él disparó contra el del papel; lo hirió en el ojo y se llevó el papel. En la posada, refirió su aventura a los otros huéspedes. Mientras estaba hablando, entró un señor, que tenía un ojo lastimado. Escuchó con interés el cuento de Wang y pidió que le mostraran el papel. Wang ya iba a mostrárselo, cuando el posadero notó que el recién llegado tenía cola. ¡Es un zorro!, exclamó y en el acto el señor se convirtió en un zorro y huyó.
Los zorros intentaron repetidas veces recuperar el papel, que estaba cubierto de caracteres ininteligibles; pero fracasaron. Wang resolvió volver a su casa. En el camino se encontró con toda su familia, que se dirigía a la capital. Declararon que él les había ordenado ese viaje, y su madre le mostró la carta en que le pedía que vendiera todas las propiedades y se juntara con él en la capital. Wang examinó la carta y vio que era una hoja en blanco. Aunque ya no tenían techo que los cobijara, Wang ordenó: Regresernos.
Un día apareció un hermano menor que todos habían tenido por muerto. Preguntó por las desgracias de la familia y Wang le refirió toda la historia. Ah, dijo el hermano, cuando Wang llegó a su aventura con los zorros, ahí está la raíz de todo el mal. Wang mostró el documento. Arrancándoselo, su hermano lo guardó con apuro. Al fin he recobrado lo que buscaba, exclamó y, convirtiéndose en zorro se fue.

martes, mayo 24, 2005

 

Triángulo criminal - Raúl Brasca

Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el "occiso", como gusta llamarlo -todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar- yo no soy el que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo, queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy, puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo mató a usted.

 

Sinfonía concluída - Augusto Monterroso

-Yo podría contar-terció el gordo atropelladamente-que hace tres años en Guatemala un viejito organista de una iglesia de barrio me refirió que por 1929 cuando le encargaron clasificar los papeles de música de La Merced se encontró de pronto unas hojas raras que intrigado se puso a estudiar con el cariño de siempre y que como las acotaciones estuvieran escritas en alemán le costó bastante darse cuenta de que se trataba de los dos movimientos finales de la Sinfonía inconclusa así que ya podía yo imaginar su emoción al ver bien clara la firma de Schubert y que cuando muy agitado salió corriendo a la calle a comunicar a los demás su descubrimiento todos dijeron riéndose que se había vuelto loco y que si quería tomarles el pelo pero que como él dominaba su arte y sabía con certeza que los dos movimientos eran tan excelentes como los primeros no se arredró y antes bien juró consagrar el resto de su vida a obligarlos a confesar la validez del hallazgo por lo que de ahí en adelante se dedicó a ver metódicamente a cuanto músico existía en Guatemala con tan mal resultado que después de pelearse con la mayoría de ellos sin decir nada a nadie y mucho menos a su mujer vendió su casa para trasladarse a Europa y que una vez en Viena pues peor porque no iba a ir decían un Leiermann guatemalteco a enseñarles a localizar obras perdidas y mucho menos de Schubert cuyos especialistas llenaban la ciudad y que qué tenían que haber ido a hacer esos papeles tan lejos hasta que estando ya casi desesperado y sólo con el dinero del pasaje de regreso conoció a una familia de viejitos judíos que habían vivido en Buenos Aires y hablaban español los que lo atendieron muy bien y se pusieron nerviosísimos cuando tocaron como Dios les dio a entender en su piano en su viola y en su violín los dos movimientos y quienes finalmente cansados de examinar los papeles por todos lados y de olerlos y de mirarlos al trasluz por una ventana se vieron obligados a admitir primero en voz baja y después a gritos ¡son de Schubert son de Schubert! y se echaron a llorar con desconsuelo cada uno sobre el hombro del otro como si en lugar de haberlos recuperado los papeles se hubieran perdido en ese momento y que yo me asombrara de que todavía llorando si bien ya más calmados y luego de hablar aparte entre sí y en su idioma trataron de convencerlo frotándose las manos de que los movimientos a pesar de ser tan buenos no añadían nada al mérito de la sinfonía tal como ésta se hallaba y por el contrario podía decirse que se lo quitaban pues la gente se había acostumbrado a la leyenda de que Schubert los rompió o no los intentó siquiera seguro de que jamás lograría superar o igualar la calidad de los dos primeros y que la gracia consistía en pensar si así son el allegro y el andante cómo serán el scherzo y el allegro ma non troppo y que si él respetaba y amaba de veras la memoria de Schubert lo más inteligente era que les permitiera guardar aquella música porque además de que se iba a entablar una polémica interminable el único que saldría perdiendo sería Schubert y que entonces convencido de que nunca conseguiría nada entre los filisteos ni menos aún con los admiradores de Schubert que eran peores se embarcó de vuelta a Guatemala y que durante la travesía una noche en tanto la luz de la luna daba de lleno sobre el espumoso costado del barco con la más profunda melancolía y harto de luchar con los malos y con los buenos tomó los manuscritos y los desgarró uno a uno y tiró los pedazos por la borda hasta no estar bien cierto de que ya nunca nadie los encontraría de nuevo al mismo tiempo-finalizó el gordo con cierto tono de afectada tristeza- que gruesas lágrimas quemaban sus mejillas y mientras pensaba con amargura que ni él ni su patria podrían reclamar la gloria de haber devuelto al mundo unas páginas que el mundo hubiera recibido con tanta alegría pero que el mundo con tanto sentido común rechazaba.

 

Pecados de juventud - Ana María Shua

-Era muy joven. Hoy no podría repetir tantos logros, ni los errores. Hoy me llevaría mucho más de seis días, tendría que descansar seguido, durante más tiempo. Qué raras que serían las semanas. Miren como me tiemblan las manos. Las criaturas-¿no son bellísimas?-ya no serían tan perfectas. Les habría insuflado un aliento menos vital quizás, pero también menos feroz. Así habla, como siempre, y los muchachos, que lo conocen y, a su manera, lo quieren, le pagan otro vino para seguir escuchándolo. -Se habla de los treinta y seis hombres rectos que justifican el mundo y evitan la aniquilación, qué poca imaginación tiene la gente, nadie piensa en ustedes, ¿quién tiene ganas de mandarles un diluvio, una lluvia de azufre a los amigos? Los muchachos sonríen, le palmean la espalda, le piden al mozo otra vuelta de anís Ocho Hermanos, son casi tan viejos como Él, o quizás como él, el narrador no tiene opinión propia en este caso.

 

El profesional del suicidio - Miguel Garrido Pérez

El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había arruinado: "No voy a matarle, don Braulio", dijo, "sino a suicidarme ante usted. Caiga mi sangre sobre su conciencia y lo que es peor, sobre su magnífica alfombra persa". Don Braulio le disuadió: buenos consejos y una sugerencia: "Si desea quitarse la vida, ¿por qué no lo hace en casa del odioso Cortés?". Y le convenció con un cheque generoso. "Aunque no le conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera". Pero el odioso Cortés le contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, este le pagó para hacerlo en la de su enemigo Ramírez, y así sucesivamente. Ernesto se retiró veinte suicidios después. "La bondad de los hombres me ha salvado", solía decir.

 

La hormiguita viajera - Dalmiro Sáenz

La hormiguita viajera se escapó del cuento que lleva su nombre.Negra, en bolas y sin documentos no pudo llegar muy lejos.Llegó hasta acá.
Dalmiro Sáenz - Cuentos para niños pornográficos, Planeta, 1993

 

Los Juegos del Tiempo - Eduardo Galeano

Dizquedicen que había una vez dos amigos que estaban contemplando un cuadro. La pintura, obra de quién sabe quién, venía de China. Era un campo de flores en tiempo de cosecha.
Uno de los dos amigos, quién sabe por qué, tenía la vista clavada en una mujer, una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas. Ella llevaba el pelo suelto, llovido sobre los hombros.
Por fin ella le devolvió la mirada, dejó caer su canasta, extendió los brazos y, quién sabe cómo, se lo llevó.
El se dejó ir hacia quién sabe dónde, y con esa mujer pasó las noches y los días, quién sabe cuántos, hasta que un ventarrón lo arrancó de allí y lo devolvió a la sala donde su amigo seguía plantado ante el cuadro.
Tan brevísima había sido aquella eternidad que el amigo ni se había dado cuenta de su ausencia. Y tampoco se había dado cuenta de que esa mujer, una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas, llevaba, ahora, el pelo atado en la nuca.

 

Vivir para siempre - James George Frazer

Otro relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado de Holstein, trata de una dama que comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y que deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer ni beber. Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en la iglesia. Todavía está ahí, en la iglesia de Santa María, en Lübeck. Es del tamaño de una rata, y una vez al año se mueve.

James George Frazer - Balder the Beautiful, vol. 1 (1913)

 

El negador de milagros

Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se horrorizó. "Oh, venerado suegro", suplicó "no destruyas mi fe de que son imposibles los milagros". El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe.

citado por Giles en Confucianism and its Rivaís, Lecture VIII, 1915

 

Un creyente - George Loring Frost

Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
-Este es un lugar siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no –respondió el otro- ¿Y usted?
-Yo sí- dijo el primero y desapareció.

George Loring Frost - Memorabilia (1923)

This page is powered by Blogger. Isn't yours?