martes, mayo 17, 2022

 

Umselé - Alfredo Gutiérrez

Ayer, no sé por qué, a cuento de nada, se me instaló en el cerebro una palabra: umselé. Una palabra que no existe, de obvias resonancias africanas. Se repitió tantas veces en mi cabeza que a la noche, durante el sueño, tuve una revelación. Yo la llamo memoria genética. Me vi a mí mismo en la región de Yam, cerca del Río Omo, en lo que después fue Etiopía. Cientos de miles de años atrás, la zona (que hoy es un desierto hostil) era un valle fértil, ubérrimo, lleno de plantas verdes con enormes de hojas carnosas y flores fragantes. Allí estaba yo, contemplando el umselé, que era el enorme árbol de la fruta prohibida, el Um. Quá se daba un baño y salía del agua completamente desnuda, exhuberante, apetitosa como como cuando de pequeños jugábamos a hacernos cosquillas tirados en el piso de la choza. Quá se me acercó sonriendo, con el cabello mojado, la mirada cómplice y un Um en la mano. La oferta era imposible de resistir.
El resto es historia conocida.

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